“Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.” Estas palabras expresadas por Aldous Huxley, en su libro llamado Brave New World, describen a la perfección la ingeniosa trama plasmada en las páginas de dicha obra. Esta novela cumbre del escritor inglés destaca por ser una de las obras distópicas referenciales por excelencia; pues esta es, en su máxima expresión, una construcción literaria que desborda en críticas sociales, presentando un contexto que abarca una sociedad en la que todos los individuos son felices cada segundo de sus vidas.

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            Así pues, esta obra conocida también por su traducción al Castellano: Un Mundo Feliz, engloba la principal característica de esta sociedad, la felicidad absoluta. El Estado Mundial, ente el cual gobierna sobre todo el mundo, tiene como lema “comunidad, identidad, estabilidad”. Este organismo gubernamental no tiene otro fin que el de deshumanizar al individuo y convertirlo en esclavo de la servidumbre y el consumo. Gracias a esto, podemos separar los ideales del lema con su verdadero significado. La comunidad, planteada como organismo que trabaja en el Estado y que fomenta esta labor, se traduce en el mecanismo más efectivo para mantener el orden social, pues lo que realmente siempre preserva es el bien común, el progreso y la ciencia. La identidad se presenta como un concepto irónico, ya que este se expresa en la novela como los ideales perfectos que cada casta tiene por excelencia, pero que por el contrario lo único que hace es quitarle la identidad y particularidad al individuo, transformándolo en uno más de su clase social. La estabilidad es el resultado de los dos conceptos explicados anteriormente, y que además propicia la inmutable felicidad de la comunidad.

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            Este régimen, en la novela, surgió gracias a una gran revolución en la Tierra por un hombre llamado Henry Ford, padre de la sociedad modificada genéticamente y dividida en castas. Sus planteamientos futuristas fueron la biblia del progreso para muchos, y por eso se dio dicho cambio radical en el mundo. Estos individuos, perseguidores de la perfección, identificaron varios problemas en la sociedad: la familia, como célula ineficiente en la población, y la falta de felicidad, que impedía la tan anhelada estabilidad política, social y económica. Para poder solventar estos inconvenientes diseñaron, en primera instancia, una sociedad modificada genéticamente. Las personas dejaron de gestarse en útero de una mujer, y en cambio fueron generadas por científicos, los cuales inseminaban a los óvulos en laboratorios, haciendo que estos embriones se desarrollaran en tubos especializados. Este sistema de eugenesia daba lugar a cinco castas, las cuales seguían un orden ascendente de inteligencia y destreza física, siendo los Alpha los más inteligentes y los Epsilones los destinados a realizar labores arduas.

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            Ahora, más allá de las diferencias físicas pensadas minuciosamente para cada estrato, cada casta tenía un condicionamiento distinto. A cada uno se le enseñaba a ser como los otros de su clase y a repudiar estar con los de las demás, lográndolo con técnicas como la hipnopedia (educación mediante el sueño). No obstante, ni las modificaciones genéticas, ni el condicionamiento específico, lograban destruir ciertas sensaciones comunes para los humanos, como lo son: la sensación de tristeza, de soledad, de amor. Por estos motivos, se inventó una droga llamada “soma” sustancia que no presenta efectos secundarios y evade estas emociones. En otras palabras, “El soma es propuesto como una ‘solución’ inmediata, un medicamento que evita que el individuo se enfrente a los problemas de manera “natural” (Marián Ortiz, 2018), erradicando, de esta manera, todos los posibles problemas que amenazan a dicha sociedad ideal.

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            Así como Franz Kafka lo plantea en su reconocida obra La Metamorfosis, en la cual, mediante elementos de filosofía existencialista y del absurdo, el protagonista se muestra repudiado por todos al no poder trabajar, en Brave New World se hace una crítica también hacia la industrialización. En esta sociedad distópica, las personas se convierten en máquinas sin identificación otra que no sea su clase. En esta se vive para trabajar por la estabilidad, y así para conseguir una falsa felicidad. Este aspecto de ambas novelas muestra cómo la masificación de la producción nacional en todos los países estaba atentando contra la humanidad de la persona, pues el individuo solo valía por su trabajo.

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            Dado esto, también se presenta en las castas la necesidad de consumir, cualidad característica de la época actual y la que le tocó vivir a Huxley. El consumismo genera e incentiva a la persona a adquirir bienes para ser más feliz, cuando en realidad esta actividad denigra e inhibe los aspectos realmente importantes en la vida humana. Lo material, lo consumible, se agota de alguna manera u otra, pero las acciones y los pensamientos trascienden en la humanidad; y los sentimientos, la espiritualidad, la percepción de belleza nos convierten en algo más que simple materia constituida en cuerpos.

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            Los rebeldes que buscan conseguir una libertad de pensamiento y gozar de estos placeres, son destituidos de sus cargos en el Estado Mundial, para luego ser enviados a alguna isla con suficientes suministros e infraestructuras para que sobrevivan. El sistema demuestra con esto su eficacia de perdurabilidad en el tiempo, al poder eliminar cualquier amenaza de manera simple y rápida. Ahora, extrapolando este escenario a la actualidad nos encontramos con movimientos que luchan por la igualdad de género, igualdad racial, y que se ven opacados algunas veces por entes gubernamentales y otras por la misma sociedad reacia a contemplar la verdadera naturaleza humana. Ciertos parámetros y fundamentos erróneos que han sobrevivido en la historia condicionan nuestro pensamiento desde que nacemos, así como sucede en Un Mundo Feliz, y muchas veces no nos damos cuenta de ello. Por este motivo, incito a que no seamos esclavos de sistemas políticos o sociales con tendencias asfixiantes, sino que realmente razonemos y no dejemos que la ceguera de tantas generaciones nos domine.

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Valeria Orellana